jueves, 9 de agosto de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 4~


La puerta se abrió lentamente abriendo paso a una oscura y pequeña habitación de la que hacía años que nadie salía. El olor a incienso y a algo indescifrable hizo al hombre dar un paso atrás. ¿Cómo podía vivir alguien en esas condiciones? Con una de las manos tapando su nariz buscó el interruptor de la luz, cuando al fin lo encontró lo pulsó varias veces, comprobando que no había ninguna posibilidad de saber por donde andaban. Ninguna voz podía distinguirse, tampoco ninguna figura en la oscuridad. Nada que demostrase que alguien llevaba años encerrada allí, el agente dio un paso adelante tropezando con algo de basura, un estruendo metálico alertó al hombre y a la mujer que había aparecido tras él.

El hombre se inclinó y, entre comida en plena putrefacción, por suerte llevaba guantes, encontró un oxidado cuchillo con algo que podría ser sangre seca. Rápidamente sacó una linterna, esperando encontrase con lo peor, un cadáver. Pero al iluminar una de las esquinas vio algo mucho peor, una pálida y delgada chica yacía en una esquina, encogida y parecía estar dormida.

- Coraline - La voz del hombre logró despertar a la joven, que rápidamente abrió los ojos y se encogió aún más, empezando a sollozar pidiendo perdón. En la mente de Coraline volvieron a aparecer los mismos ojos que hace unos años destruyeron sus pocas ganas de vivir. El agente retrocedió unos pasos dejando que fuese la enfermera que iba tras él quien se acercase a la joven.

- Coraline, han venido a verte. Quieren hablar contigo. Van a atrapar a quien te hizo.. eso.. - La voz de la enfermera, una mujer alta de cabello muy rubio, casi albino, y rizado, sonaba dulce y casi maternal. Ella seguía temblando en una esquina, con miedo de lo que pudiera pasarle. - No te van a hacer daño. - Coraline se puso en pie y se tambaleó entre los restos de comida, las bolsas vacías y toda aquella basura que había acumulado durante los últimos años. No miró a los ojos al agente, simplemente lo siguió hasta una sala demasiado iluminada para su gusto, tantos años sin luz habían provocado que la simple luz de una bombilla quemase su piel.

- Bien.. Eres Coraline Collins ¿no? - Murmuró el agente sentándose en la silla que quedaba en el interior de la habitación y rebuscando entre algunos documentos que Coraline no quiso mirar por temor a que relataran su caso. Con paso indeciso se sentó en la silla que quedaba al otro lado de la mesa en la que yacían los documentos. Nadie parecía haberse fijado en las heridas de sus brazos, ni en la gran cantidad de sangre que tenía en su vestido blanco. - Nadie me cree... Él ... está aquí... cerca... - La voz nerviosa de Coraline se oía ahora en un tono de voz demasiado elevado, sonando a amenaza.

- Lo sabemos. Juliet ha sido secuestrada. - Dijo el agente con su rostro serio mientras acercaba a Coraline una foto de su hermana pequeña. El rostro de Coraline se transformó rápidamente. - ¿¡Se llevó a Juliet!? ¡La matará! ¡Deben hacer algo! - El corazón de Coraline iba rápido, tenía miedo, miedo por que su única familia muriera o la dañaran como le hicieron a ella. - Tranquilízate. Tu hermana está a salvo. - El hombre volvió a revolver los papeles y sacó lo que parecía ser un expediente, Coraline se fijó por primera vez en el rostro del hombre esperando a que leyera el expediente en voz alta. El hombre parecía ser bastante mayor, su pelo era canoso y en su rostro se notaba el horror de haber conocido crímenes demasiado crueles. Pero el hombre no leyó nada, sino que le puso el expediente de Juliet al lado para que lo leyera.

- Tu hermana, según tengo entendido, padece un trastorno de la personalidad antisocial. Es.. lo que se llama una sociopata ¿no? - El hombre se había levantado y caminaba pensativo, cuidando bien las palabras que usaba. Coraline asintió con un rostro bastante horrorizado, odiaba esa parte de su hermana. - Pues según el perfil que se le atribuye a tu agresor - una mueca apareció en el rostro de Coraline - él es un psicópata que probablemente intente manipular a tu hermana. Ella sobrevivirá simplemente porque para él será útil. Si tenemos suerte y tu hermana es lo bastante lista.. - La mirada de Coraline fulminó al agente - que no dudo que lo sea, se mantendrá con vida hasta que la encontremos.

- ¡La va a dañar! ¿No lo entiende? Hará que ella misma le pida que la mate.. - Coraline se derrumbó y comenzó a llorar desconsolada. Pero el agente no dijo nada, se quedó callado mientras repasaba la situación. - La ayudaremos.. haremos todo lo posible para que esté de vuelta contigo. - Una leve sonrisa se dibujó en su rostro con la intención de calmar el llanto de Coraline - Bueno, debo informarte de que te cambiaran de habitación. Irás a aislamiento durante unas semanas, creen que estarás más segura allí, y esas heridas no deberían existir. - El tono usado por el agente no mostraba reproche, pero a Coraline le dolieron esas palabras. Pronto las enfermeras le mostraron su nueva habitación, estaba mucho más limpia y la luz era realmente molesta. A regañadientes se instaló en esa habitación, dónde sus oportunidades de regresar junto a su hermana se habían desvanecido.
domingo, 5 de agosto de 2012 | By: Akasha Okuma

Capitulo 1 ~Parte 3~


La sesión de fotos había sido agotadora, sus ojos estaban cansados y bajo el maquillaje las ojeras eran cada vez más oscuras. Se encaminó hacia el baño, como siempre hacía, por el camino cogió una botella de agua y sonrió al Sr. Meyer en un intento de comunicarle que todo estaba bien, obviamente hacía mucha que nadie creía que ella estuviese bien, por mucho maquillaje que usase para tapar sus ojeras, ni por muchas sonrisas que dedicase a su tutor.

Cerró la puerta detrás de ella y suspiró aliviada de perder de vista la cámara y a los fotógrafos. Incluso la aliviaba perder de vista la triste mirada del Sr. Meyer, él ya se habría dado cuenta de que algo andaba mal. Se apoyó contra la puerta para evitar perder el equilibrio, pasó unos minutos quiera, en silencio. Cuando el leve mareo que la había invadido minutos antes se incorporó poniéndose frente al gran espejo, un espejo en el que se reflejaba una extraña distorsión.

Bajó la mirada para ocultar al reflejo del espejo como una lágrima se deslizaba por su rostro estropeando el maquillaje que tanto le costaban ponerse por las mañanas. Está vez no ganaría. Echó agua en su cara para retirar el estropeado maquillaje y dejó que sus lágrimas se esfumaran junto a sus sueños, cayendo por una cañería en dirección a-quien-sabe-donde. Estaba cansada, demasiado.. ¿Cuánto tiempo hacía que no dormía? ¿Por qué no lo hacía? Nunca tenía una respuesta a esas preguntas, pues el espejo no era el único que se lo preguntaba.

Alzó la mirada, sin el orgullo que solía verse en las chicas de su edad que habían llegado donde ella estaba ahora, modelo. Incluso le habían ofrecido probar y meterse en el mundo del cine. Ella obviamente había aceptado, mejor dicho el Sr. Meyer había aceptado por ella, era algo habitual en él, no solía consultar nada con ella. Sus ojos marrones intensos se veían sin brillo y sin color, parecían haberte desteñido y su pelo parecía que iba a quebrarse y que su habitual negro brillante se había ido de vacaciones muy lejos, y probablemente jamás volvería.

Abrió una pequeña bolsa trasparente y arrojó su contenido al mármol oscuro del mueble, pastillas blancas y pequeñas cayeron dejando un poco de polvo blanco al impactar con el mueble, Ann sonrió intentando no mostrar a si misma el dolor que escondía. Cogió las pastillas y las tomó, lo más rápido que pudo. ¿Cuántas había? ¿Treinta? ¿Cincuenta? Ann no las había contado, pero tampoco le importaba, sabía que era todo lo que necesitaba.

Sus ojos estaba abiertos, pero su mirada comenzó a nublarse, poco a poco la habitación se volvió negra, sus piernas comenzaron a flaquear. Un fuerte golpe resonó en el baño, pero la puerta estaba cerrada. Nadie debería entrar. O quizás si. Otro golpe dañó los oídos de Ann, que yacía en el suelo prácticamente inconsciente. Alguien comprobó que aún tenía pulso y la cogió en brazos. Ann tenía sus ojos cerrados y una sonrisa en su rostro. Pronto la oscuridad dio paso a una fuerte luz, blanca. Extraña. ¿Dónde estaba? ¿Lo había conseguido? ¿Estaba muerta?